miércoles, 3 de septiembre de 2008

martes, 2 de septiembre de 2008

La piscina del monje que vendió su Ferrari

El libro que marcó este verano 2008 tiene un título: "El monje que vendió su Ferrari", lo recomiendo, si quieren pueden visitar la página de Robin S. Sharma, su autor.

www.robinsharma.com


Se trata de una fábula espiritual, cuyo mensaje llegó a mi vida como un punto de inflexión.

Hoy quiero extraer todas las moralejas que aprendí, tal vez ustedes saquen otras, cada uno debe aplicar cada enseñanza a su propia vida; pero como síntesis les diré que ha reforzado unos valores positivos que siempre defendí, todo aquello en lo que siempre creí aunque no supiera por dónde empezar o cómo canalizar la energía para conseguir materializar mi misión en la vida. Este libro me ha abierto los ojos, ha llegado a mis manos en un momento clave y ha supuesto un rayo de sol.



Como decía el mito de la caverna de Platón, quien vea la luz debe comunicar a quienes siguen en la oscuridad su visión, ¡la realidad, lo que hay, la verdad!…..en definitiva, se trata de difundir el mensaje a los que nos rodean y ayudar con nuestra experiencia a quienes lo necesiten. Creo que esto ha sido lo que el autor ha pretendido, escribir un libro para llegar al mayor número de gente.

Yo soy periodista, amo mi profesión, me gusta la comunicación en todas sus formas, pero por encima de todo me gusta escribir. Por tanto, quiero y debo llegar a la gente. Tal vez escriba un libro, tal vez no sea un best-seller, pero tengo que cumplir mi misión, debo perfeccionarme y esforzarme en una sola dirección canalizando todas las fuerzas para obtener meta. Por fin...¡ ha llegado el momento de canalizar la energía!.




"Escribir, escribir....las manos acarician las letras del teclado, esas que bien conjugadas pueden componer un poema, cuando escribes sientes la música, de la misma forma que cuando tocas el piano acaricias las notas musicales que unidas hacen partitura. El sentimiento fluye y crea adición, amor por la vocación, y amor por la vida.

La música está presente en todas las artes, en todas las personas, en todos los sitios y lugares, ¡hasta en el silencio!."

Por circunstancias personales este verano me dirigí a un pueblo de la montaña palentina: Guardo. El amor me había llevado allí, mi novio no tenía vacaciones y aunque yo pensaba que pasaría todo el día sola, pues en el pueblo no conocía a nadie, al menos podríamos compartir juntos el despertar, el almuerzo y la noche. Así fue….aunque mucho mejor, pues descubrí la belleza de ese pueblo rodeada de la montaña de las Fuentes Carrionas y la piscina de Guardo, muy importante para sus ciudadanos y ahora también para mí porque fue donde descubrí este libro que ahora recomiendo.

Yo estaba agitada y nerviosa porque mi móvil no cesaba de sonar; mis amigas no comprendían que hacía yo en un pueblo, según ellas perdido y desconocido, y menos que hubiera relegado mis playas favoritas de Llanes, pueblo costero del Oriente de Asturias y uno de los destinos vacacionales preferidos en mi región, por una piscina en Guardo....En fin…no comprendían que hacía allí si mi novio trabajaba todo el día y casi no podía verle, pudiendo estar con ellas disfrutando de las verbenas típicas del verano en la playa.

¡Me daba igual!, yo quería estar cerca de la persona más importante de mi vida y además disfrutar de mis momentos de soledad en un pueblo donde no conocía a nadie, respirar el aire puro de la montaña y valorar otras zonas geográficas como Guardo, pueblo cercano a mi tierra y desconocido para mí.

Necesitaba desconectar del ordenador, reflexionar sobre mi vida, tomarme un respiro corto pero intenso y pasear sola por la ribera del río y así lo hice hasta que pronto descubrí la piscina.

Llegué indignada por la presión a la que me estaban sometiendo por teléfono, apagué el celular y me relajé tumbada en mi toalla disfrutando de los rayos de sol sobre mi piel.

En cuanto las nubes cubrieron el sol, saqué de mi mochila el libro que pensé me acompañaría durante esos días: “El alma está en el cerebro”, de Eduardo Punset.

Pude leer un par de páginas, no más pues me llamó la atención la alegría de los niños de la piscina, realmente parecían los más felices de en cuantas piscinas yo estuve. Y no es de extrañar, es el único medio acuático que tienen en el pueblo, ésta sólo abre por el verano, pues la piscina climatizada aún no existe.

Saqué un cigarrillo y rememoré aquellos tiempos en los que la piscina era tan importante para mí. Me gustaba nadar, tenía rapidez y mientras mis compañeros aún lo hacían con la ayuda de la tabla flotadora o salvavidas yo ya lo hacía de espaldas y aprendía nuevos estilos de natación.

Perfectamente podría haber competido, pero no fue así porque el colegio y las clases extraescolares de inglés y piano más hacer los deberes diarios llevaban mucho tiempo y no dejaban espacio para el deporte; tampoco mi familia me animó, nadar no era comparable con otras disciplinas y ellos entendían el deporte como ocio pero no como competición (tal vez tuvieran razón, pero está demostrado que si te acostumbras de forma regular a hacer deporte, si te esfuerzas y superas con el cuerpo también lo haces con la mente: “Mens sana in corpore sano”.)

Me lancé la piscina. Aunque no llegué a competir siempre nadé rápido, cogía aire cada cuatro brazadas para poder avanzar más….pero a los cuatro anchos ya estaba sin aliento. La verdad es que la vida no es una competición, no hay que llegar primero sino que hay que saber llegar.

Sentada sobre el bordillo de la piscina recargaba energía mientras salpicaba con los pies el agua para relajarme y recuperar fuerzas. ¡Otros dos anchos!....pensé, estaba agotada pero me superé. Salí del agua satisfecha por haber conseguido hacer dos más, que en otros tiempos hubieran sido largos.

En general, nadie nadaba de forma espectacular…pero me llamó la atención un hombre que de forma pausada hacía más y más anchos, cogía aire cada dos brazadas. Era la misma persona que nadaba a mi lado, a quien yo quiese ganar en una especie de carrera; tal vez en un ancho yo fui más rápida, pero él continuó con el deporte mientras yo reposada agotada....y es que el tabaco no es buen amigo para el deporte.


Ya tumbada en la toalla, pensé que si nadaba de forma más tranquila y constante haría más ejercicio físico sin agotarme tan rápido y con mayores resultados de bienestar. Además me hice una promesa, me apuntaría a un gimnasio y acudiría a mi piscina de Oviedo de forma regular durante todas las estaciones del año, pensaba yo mientras fumaba otro cigarrillo.


Fue al salir....no sé cómo empezó la conversación con una de las encargadas de la piscina municipal, pero hablamos sobre las lecturas apropiadas para la piscina y nos hicimos un intercambio de libros. Me regaló la fábula del monje que vendió su Ferrari y una revista de psicología, su materia preferida y yo el libro de Punset que ya leeré en otro momento. La espiritualidad de Robin S. Sharma era la que necesitaba para "el momento piscina".


Volvía al día siguiente y así sucesivamente....Los hilos de las conversaciones, la soledad buscada y la tranquilidad iban poniendo mis ideas en orden.


Una tarde soleada vi al perfecto nadador haciendo largos....con estilo y rapidez. Encendí un cigarrillo y calculé cuatro largos hasta que la nicotina se consumió.


Alguien ganaba en salud y yo perdía poco a poco la mía....y pensé que aunque por mi juventud aún no me afectaba mucho sino cortaba con dicha adicción algún día lo haría. De todos modos yo no estaba en buena forma física, para eso hay que ser constante y dejar de pensar que es una pérdida de tiempo. Se trata de la mejor inversión en bienestar que estimula las células endorfinas.


Al día siguiente descubrí que el perfecto nadador se trataba de uno de los socorristas de la piscina de Guardo.


Esa noche de viernes mi novio y yo salimos a cenar, en la mesa de al lado estaba el alcalde del pueblo con su familia, le reconocí por la foto que tiene colgada en la página del ayuntamiento. Me apetecía decirle que se aceleraran y que terminaran las obras inacabadas de la piscina climatizada, pero no lo hice aunque me apetecía defender la ilusión de todos esos niños que no tienen el mar cerca.


El sábado nos fuimos para Llanes de noche por el puerto el Pontón; antes fui a despedirme a la piscina como había prometido....¡aunque lloviera!, pero sólo estaba el gato


Me fui y me olvidé del libro hasta que volví al pueblo palentino un fin de semana.


Esa tarde hacía sol, estaban todos los niños, casi siempre eran los mismos. De pronto las nubes cubrieron el cielo y me refugié bajo un árbol, olía a tormenta de verano, ese aroma tan especial que deleita los sentidos. La electricidad de la atmósfera caliente formó cumulonimbos, nubes de desarrollo vertical que producen rayos. De nuevo la lectura se interrumpía, no era el mejor refugio así que me fui con los niños a los vestuarios.


Era el mejor momento piscina para terminar mi libro......de pronto canicas de granizo descargaron sobre el paisaje con fuerza, contemplé la bonita postal y sin saber el tiempo que había pasado levanté mi mirada pues ya no se oía nada, nadie había por ahí, tan solo yo....


Me levanté del suelo, cogí mi toalla, mi espalda apoyada sobre una pared al final del vestuario pedía movimiento y pude ver otra vez rayos de sol cubriendo la hermosa piscina. Era como si hubiera salido para mi, sólo para mi...


Pero yo quería terminar mi libro antes de darme un baño. De pronto alguien se acercó, era el perfecto nadador, el atlético socorrista.


Pude saber que trabajaba allí todos los veranos desde hacía catorce años, amaba la piscina y el deporte. También dijo que le hubiera gustado competir, ya de niño descubrieron su potencial. Pero......¿dónde entrenar si allí no había climatizada?.

Tal vez si hubiera tenido esa posibilidad... hoy sería un personaje conocido en el mundo del deporte, pero lo importante es que había orientado su carrera hacia la enseñanza deportiva y además acudía todos los veranos a su pueblo natal para dar clases de natación a los niños.


Yo le conté que teniendo muchas piscinas climatizadas en mi ciudad no había continuado con el deporte ni como afición. ¡Paradojas de la vida!....Me fui para casa y allí terminé mi libro.


No sin antes prometer que escribiría sobre la piscina de Guardo, sobre la demanda que existe de una climatizada y de un hospital para un pueblo que sufre duras heladas en invierno y no puede recorrer en esas condiciones metereológicas los muchos kilómetros que le separan del centro sanitario más próximo: el de León.


Los ciudadanos salieron a la calle, pusieron pancartas, y pidieron a gritos mejoras sanitarias.


La montaña palentina......Fuentes Carrionas....Guardo. ¿A que si hay turismo en verano?..........


Al día siguiente y antes de marchar me encontré por el pueblo a la chica de la piscina que me regaló la fábula del monje que vendió su Ferrari.


En definitiva, hay que valorar cada detalle con gratitud, aprovechar las oportunidades y vivir con espíritu positivo, pues la felicidad es al fin y al cabo una actitud ante la vida.


Para terminar con este capítulo podría sintetizar las claves de la felicidad, pero cada uno debe sacar sus propias conclusiones e interiorizar las enseñanzas en su propia vida. Aún así intentaré transmitir la receta bajo el título "El monje que vendió su Ferrari".


Nieves Vázquez















domingo, 31 de agosto de 2008

Carpe Diem





Carpe Diem

«...el día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente, sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro, examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida».





El Club de los poetas muertos


Estamos en 1959 en la Academia Welton, una estricta y prestigiosa escuela privada situada en Vermont (Nueva Inglaterra, USA). A ella se incorpora John Keating -antiguo alumno de la Academia- como profesor de Literatura en el curso de preparación para la Universidad. "Tradición, honor, disciplina, grandeza" son los 4 pilares de la educación que se imparte en este colegio de élite. Pero Keating está dispuesto a romper, con sus peculiares métodos pedagógicos, estos principios: quiere inculcar en sus alumnos el amor por la libertad y la búsqueda de la belleza como principales linderos del camino que conduce a la realización del ser humano.

Se trata de una de mis películas favoritas, aquí dejo un texto de la misma....Palabras de Henry David Thoreau que se citan:

Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia

Quería vivir a fondo

y extraer todo el meollo a la vida

Dejar de lado todo

lo que no fuera la vida

para no descubrir,

en el momento de la muerte,

que no había vivido.




Aunque vivir tiene un sentido diferente para cada uno; el meollo de la vida radica en los sentimientos que evoca la naturaleza y provocan los seres humanos, en armonía con la misión que cada uno tiene destinada.

Presente, pasado y futuro, realidad y sueño, alegría y tristeza....En definitiva cabe decir que en todo lo bueno hay algo malo y en todo lo malo existe algo bueno....siempre que se extraiga la moraleja, el aprendizaje, el sentido poético de cada día, de cada gesto para comprender el meollo de la vida.

La literatura nace del fondo del alma, de la razón y el corazón, de los sentimientos encontrados entre el presente, el pasado y el futuro....para intentar encontrar el verdadero sentido de la existencia humana.

Cada día es único e irrepetible, cada instante ofrece una enseñanza o nos deleita con un sentimiento, y se aleja......se aleja el día que mañana será pasado, pero algo nuevo llegará mientras todo queda atrás.... aunque permanezca presente en el recuerdo que marca la experiencia del vivir.
Todos los tiempos conjugan las diferentes fases de la vida que unidas configuran un destino de realidad y sueños.

La vida ofrece innumerables señales y mensajes que hay que saber interpretar; éstos se suceden a diario, unos calan más hondo, otros se evaporan....pero cuando las coincidencias del destino arrasan como un vendaval despertamos a la magia de la vida.
Las señales no avisan sino que irrumpen como un huracán, cuando menos te lo esperas.

No importa la hora ni el lugar, el mensaje llega por sorpresa y se produce el punto de inflexión......

Y así fue.....hay paisajes hermosos, rincones bellos en el mundo....pero la piscina del monje que vendió su ferrari supuso la confirmación de los valores, la clave para marcar un antes y un después.

Se trata de algo más que un libro leído en una piscina, se trata de una sucesión de coincidencias que encadenadas brindan un mensaje interpretado y procesado ya en mi mente, en mi alma.


La vida discurre como un río en su curso hacia el mar.

Poco a poco aprendemos a priorizar nuestra misión en la vida dejando atrás la paja y el equipaje superfluo. Es entonces cuando saltamos a la primera línea para cumplir nuestro destino.

Nieves Vázquez